Cataluña: Una mentira atrapada por la
historia (III)
Por Juan García Sentandreu
Escritor y jurista
“Hoy, más de mil años después,
la ambición de la clase política catalana
tiene las mismas aspiraciones feudales
que cuando dependían de la corona carolingia y francesa”
En el siglo VIII los condados (hoy
catalanes) de la “Marca Hispánica” pasan de ser territorios musulmanes a
soberanía francesa (franco-carolingia), convirtiéndose en feudatarios y vasallos del
rey de Francia desde el año 801 hasta el 1258 en que son canjeados por los
territorios aragoneses en el sur de Francia. Jaime I les entrega sus posesiones en la
Septimania francesa y san Luis IX de Francia entrega sus posesiones en este
lado de los Pirineos que hoy conocemos
como Cataluña.
En la nueva Marca Hispánica (801), generalmente la población conquistada por Carlomagno aceptó a los nuevos dominadores francos con escasa resistencia. Sus habitantes aceptaron sin reparo las nuevas leyes Carolingias al igual que los matrimonios de los nativos de la Marca Hispánica con los francos. Esto marcaria una fuerte influencia Carolingia por la dependencia cultural y religiosa de los centros ubicados en tierras francesas.
Para gobernar estos territorios de la
Marca –hoy Cataluña-, los reyes francos designaron condes, unos de origen francés y otros autóctonos de la Marca, según criterios de
eficacia militar en la defensa de las fronteras y de lealtad y fidelidad a la
corona franca y francesa. Inicialmente la autoridad condal recayó
en los señores locales de la Marca, pero los intentos de convertir sus
demarcaciones en señoríos hereditarios obligó a los carolingios a sustituirlos
por condes de origen francés.
Hoy, más de mil años después, la
ambición de la clase política catalana tiene las mismas aspiraciones feudales
que cuando dependían de la corona carolingia y francesa. Los Pujol, Carod Rovira,
Artur Más y Duran i Lleida son la viva imagen de los condes y demás clase
feudal catalana de la antigua Marca Hispánica que hace mil años hacían la vida
imposible a los reyes franceses de los que fueron feudatarios y bajo cuya
soberanía se enriquecieron durante los 5 siglos en que los condados catalanes
fueron franceses.
La casta catalana, con capitalidad en
Barcelona y capital en Suiza, vuelve a pedir soberanía para poder enriquecerse
sin la vigilancia del estado que los amamanta y los límites de la ley a la que
desafían y quebrantan sin pudor alguno.
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