Acostumbrados a escuchar el mantra izquierdista, adoptado como propio por la derecha “progre”, de que las comunidades históricas son las que fueron provincias castellanas de Galicia y Vascongadas, y los aragoneses condados catalanes, escuchar las palabras de Santiago Abascal puede rechinar a mucha gente, pero dice la verdad.
España es una verdad histórica sustantiva: unidad, y una verdad histórica resultante: diversidad, y para llegar a la unidad hemos de ser conscientes de que ese legado constituye la patria dual de la que hablaba Ramiro de Maéztu, sumatorio de sus diversidades.
Los valencianos, hijos del Reino de Valencia, perteneciente a la Corona de Aragón desde 1238 pero también a la Hispania romana, a la Hispania visigoda, al Alándalus reconquistado, somos conscientes de nuestra pertenencia a una unidad familiar superior sostenida históricamente, primero sobre la fe, y después sobre la unidad dinástica y la ley.
Cantamos a la patria en nuestros himnos, y a la vez que ofrendamos a nuestra patria española nuestras conquistas, también lo hacemos a nuestra patria valenciana que se ampara y encomienda a su patrona. Amamos desde el siglo XIV a nuestra Real Señera, tricolor y coronada, signo de nuestra identidad como Reino de la Corona de Aragón y cuyos colores se identifican en la bandera de España, nuestra bandera nacional, desde el siglo XVIII.
Sabemos que el respeto a la unidad nacional pasa por el respeto a su diversidad. Y lo mismo en el plano cultural donde la española es el resultado de las diferentes culturas regionales que hay que respetar y fomentar si queremos verdaderamente que el valor de la unidad sea el sumatorio de las diferentes sustantividades territoriales.
En esa voluntad de defensa de los sumandos y del resultado, es decir de la España histórica, tradicional y legal que creó la unidad política y soberana nacional, nos hemos de afanar repartiendo nuestros esfuerzos en la defensa del todo y de cada uno de sus elementos y no renunciar a ninguno de ellos porque todos ellos son los sujetos familiares que constituyen la gran nación que hoy formamos de esta manera.
Nuestra familia ha de ser perfectamente identificada y defendida particular y totalmente, en su unidad y en su diversidad, y sin descuidar a ninguno de sus miembros. Y precisamente porque no lo hemos hecho suficientemente, hoy el futuro de España y de los españoles está otra vez a merced de los vientos.
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