No es una casualidad que familia y patria coincidan etimológicamente. Muchos piensan -o pensamos- que la familia es el primer y más próximo eslabón de una patria a la que concurrimos como proyecto y misión colectiva.
Lo he dicho otras veces y en ello me afano a diario: cada vez que descubrimos una parte nueva de nuestras raíces individuales y comunes, cuanto más conocemos nuestra historia, nos fortalecemos como nación y como patria.
Yo creo que, por fin, algo está cambiando en el mundo. Cuando veo que la política empieza a dar líderes valientes que llaman a las cosas por su nombre más allá de la demagógica política generalista, siento que reverdece en este viejo soldado esa esperanza desesperada por un mañana mejor para nuestras familias y para nuestra patria.
Era necesario hablar claro y alto y no seguir escondiéndose en la retórica suicida de la corrección política. Había que salirse ya de los parámetros y paradigmas del discurso dominante aceptado por el pegajoso consenso de la “moderación” que no ha servido para nada bueno.
Era necesario otro Viva, o tal vez mejor un Arriba, para presentar al viejo mundo escandalizado que, de ahora en adelante, muchas cosas van a cambiar de verdad.
Así es y así sea.
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