(fotografía) Albufera significa, según su origen árabe al-buhayra, el marecito o el pequeño mar. En algunos poemas árabes se le denomina Espejo del Sol, término que ya da una idea aproximada de la belleza y el romanticismo que caracteriza a este paraje.
LA POESÍA EN LENGUA VALENCIANA ANTES DE LA LLEGADA DE JAIME I. EL POETA ABÚ ISA IBN, REY DE LA TAIFA DE MURVIEDRO (SAGUNTO), DOS SIGLOS ANTES DE LA CONQUISTA DE VALENCIA.
¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio?
En la prueba anterior llamábamos la atención para retener el dato de que en el Reino de Valencia se hablaba lengua valenciana antes de la llegada de Jaime I en 1238 gracias a los cristianos bajo dominio musulmán que en número de 60.000 vivían en nuestro territorio. Pero no sólo hablaban la lengua valenciana los mozárabes, sino que muchos poetas árabes la hablaban y la escribían. Vimos el ejemplo de las jarchas como expresión literaria en valenciano prejaimino.
Esta serie de pruebas comenzó en su día con la lectura de esta poesía mora y uno de los poemas y jarchas en romance valenciano que mencionábamos era del poeta árabe Abú Isa Ibn, Rey de la Taifa de Murviedro (hoy Sagunto), nada menos que 150 años antes de la conquista del Reino de Valencia por Jaime I. Como veréis no está escrita en árabe sino en valenciano antiguo, el que hablaban los cristianos bajo el poder musulmán y los propios musulmanes. Esa lengua, 150 años antes de la llegada de Jaime I con los supuestos “catalanes” que nos iban a enseñar el “catalán”, no era otra que el romance valenciano o lengua valenciana y que Jaime I y sus huestes aragonesas y franco-catalanas (Cataluña aún no existía como tal y pertenecería a Francia hasta el 1258, 20 años después de la conquista de Valencia) se encontraron como lengua vehicular de uso generalizado en la sociedad valenciana.
De origen muladí, Abú Isa Ibn, fue un piadoso alfaquí de una familia de funcionarios de al-Ma'mun de Toledo. En 1086 recibió del Rey de la Taifa de Valencia al-Qadir el gobierno de la ciudad, pero lo abandonó ese mismo año y se trasladó a la fortaleza de Murviedro, en la que pudo declararse independiente gracias a la debilidad de las taifas que aún sobrevivían en el último cuarto del a. XI. En 1088 se acogió a la soberanía de Mundir Ibn Hud de Denia y Lleida, pero su protección no fue suficiente para evitar el intervencionismo del Cid, y Abú Isa Ibn se vio obligado a pagar cuantiosas parias a Rodrigo de Vivar. En noviembre de 1092 Abú Isa Ibn cedió el castillo de Murviedro a Abd al-Malik Ibn Hudayl de Albarracín, como único modo de negarse a cumplir la orden del Cid dirigida a los alcaides de los castillos dependientes de Valencia, de abastecer a las tropas cristianas que marchaban hacia la ciudad del Turia. Abú Isa Ibn se instaló con su familia en Santa María de Abén Razin bajo la protección de Abd al-Malik.
Como hemos visto con anterioridad, el Historiador Aguado Blaye afirma que: “Los mozárabes emplearon el latín en sus libros y escritos; pero en el uso diario hablaban una lengua romance que no se escribía pero que era de uso general en los siglos IX y X”.
A ello, J. Ribera añade que también los musulmanes valencianos emplearon en su vida familiar la lengua romance antes de la conquista del rey D. Jaime. Ribera confirma que "se habló durante los varios siglos de su dominación por los propios muslimes un dialecto romance. Se sabe de modo indudable que en la región de Valencia se habló ese romance, del que quedan huellas no sólo en libros arábigos, sino también en la nomenclatura geográfica de la región. Para explicarse bien esa nomenclatura hace falta conocer el latín vulgar valenciano que usaron los moros".
Así, los poetas moros valencianos del siglo X y XI se anticiparon a la primitiva “Cantiga” gallego-portuguesa y al primer trovador provenzal, Guillem de Poitiers que vivió entre el año 1071 y 1127.
Los poetas árabes valencianos constituyeron una verdadera escuela propia donde su poesía, tanto en árabe como en mozárabe o lengua valenciana, tuvo su máximo esplendor en los siglos XI y XII. Entre otros, Ibn Darráy al-Qastallí, Ibn al-Labbana de Denia, Ibn al-YamanT, Abü-I-Walid Hissam, Ibn Ahmad AI-KinanTal-Waquasi, Abü Salt, Ibn García, Abü Abd-Allah ibn Aixa, Ibn Halsa, Ibn Jafaya de Alcira, Ibn al-BinnT o Ibn al-BattT, Ibn Tahir, Ibn Ruhaim, Ibn al-Zaqqaq, Ibn Mujdar, AI-RusafT, Abü Yafar al-Waqqaci, Abü yafar Ibn Atiq, Abü-La-Qasim Abd-al-Rahman ibn Jarsus, Abü-I-Hasan 'AlT Ibn Sad Al Jair, Abü 'AlT al-Husayn al-Naxxar, Ibn al-ArabTde Murcia, Ibn Marj al-Kuhl, Abü-I.MunsafT, 'AlT Ibn Hariq, Ibn Talha, Ibn Amira y Ibn al-Abbar.
El Catedrático de Historia y experto mozarabista español, Leopoldo Peñaroja, escribía en 1992: “…bajo la superficie, nubladamente reconstruida de estas Jarchas, hay un intenso contenido poético por su compositor; y un mundo románico indígena, solo pálidamente reflejado en el poema. Las Jarchas se convierten, así, en síntoma y en cristal a través del cual es posible penetrar la interioridad de la civilización románica del Al-Andalus”.
Peñarroja, en su libro “El mozárabe en Valencia” (Editorial Gredos 1990): “la lengua romance de los mozárabes y de los musulmanes de Valencia, la que debió de oír el Rey Jaime I cuando puso pié en la Valencia de 1238 no era la que, partiendo de las bases insuficientes, imagina Sanchis Guarner” (el catalán y que algún despistado discípulo reafirma contra toda evidencia). Para el profesor Peñarroja “la conclusión es clara:…hoy por hoy, la teoría que interpreta el valenciano como el producto de una repoblación catalana no es históricamente demostrable. Es una opinión, no un conocimiento científico”.
Todos los poetas moros de la época pre-cristiana eran perfectos conocedores, como queda demostrado, de la música y de la poesía romance popular valenciana hablada por los cristianos y que muchos de ellos incorporaron a sus obras. Otros, con la llegada de Jaime I, decidieron emigrar a tierras de gobierno musulmán, como ocurrió con el famoso Ibn Al- Abbar, uno de los primeros desterrados que, hasta su muerte en su exilio de Túnez, en 1260, lloró en toda su obra poética «a la patria perdida, a la magnificencia de la tierra, de las gentes y de la vida en su Valencia-ÔBalansiyyaŽ».
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