
Lo de ayer, lejos de ser un acto reivindicativo frente a la pérdida de conquistas laborales, fue una auténtica refriega de clase, de la nueva clase social que supone la casta sindical española, con un ejército de más de 50.000 liberados que trabajan primordialmente por defender la gran empresa gerenciada por Méndez y Toxo.
El pesebre sindical es consciente de que los años de alegría y bonanza en los que los presupuestos del estado soportaban el tremendo coste de sus estructuras se han acabado para lo cual les era necesario un pulso al gobierno –con la excusa que fuera- para evitar ver mermada la correspondiente partida presupuestaria que sufraga los gastos de nuestra nomenclatura obrera.
Pero no les ha salido bien. Con unos niveles de afiliación más bajos de toda Europa, CCOO y UGT saben que les espera tiempos difíciles. El gobierno de ZP les podrá seguir mirando por encima del hombro y marcando el diezmo que le interese en cada momento para seguir teniendo un sindicalismo paravertical a la medida de sus intereses.
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