¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio?
En la obra “Persiles y Segismunda” (16 ...17) Miguel de Cervantes novela el viaje de peregrinos que viajan a Roma que hablan francés, italiano, polaco, castellano y valenciano; pero Cervantes no específica lo de “valenciano”, lo que ha dado pié a que la “pankada” nacionalista sentencie “científicamente” que no hay duda que se refería a la lengua catalana. Veamos pues si el autor en alguna otra de sus obras nos aclara a qué lengua iban dirigidos sus laudatorios.
En “Persiles y Segismunda” leemos que “cerca de Valencia...la hermosura de las mujeres y su extremada limpieza y graciosa lengua, con quien solo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable” (III, c.12). Prosiguiendo el peregrinaje a Roma: “al salir de Villarreal, una pastora valenciana...en su graciosa lengua” (Ibid.)
¿Se refería al catalán o al valenciano Cervantes cuando refería que era una lengua “graciosa, dulce y agradable”, sólo similar a la portuguesa? La hermenéutica, como decimos los abogados, nos lleva a sumergirnos en la dimensión sociológica de las lenguas hispanas de recién entrado el siglo XVII donde la lengua catalana carecía del prestigio que tenía la lengua valenciana que dos siglos antes de Cervantes había tenido su Siglo de Oro compitiendo en el tiempo sólo con el italiano y antes, incluso, que el castellano. En Cataluña tendrían que esperar aun a la llegada de su Renaixença en la segunda mitad del siglo XIX, 350 años después de la valenciana.
Cervantes, que no tenía el mínimo interés en defender un idioma valencia¬no que nadie cuestionaba, expone su admiración hacia el valenciano, detalle que no prodigó a otras lenguas. En el Quijote se refiere a la lengua catalana sin hacer mayor descripción y ninguna alabanza: “diciéndoles en lengua catalana (...) dijo en su lengua gascona y catalana” (Quijote. II.1615). Estas frases pertenecen al encuentro de los protagonistas de la novela con unos ladrones catalanes. Premonitorio Cervantes.
Pero no nos alejemos del motivo de este artículo:¿A qué idioma se refería Cervantes cuando habla de la “graciosa lengua, con quien solo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable”? Veremos que, sin duda alguna, a la lengua valenciana y no otra.
En 1615, los talleres madrileños de la viuda de Alonso Martín imprimían “La gran sultana, doña Catalina de Oviedo”; comedia ambientada en el serrallo de Constantinopla. Para singularizar y resaltar la personalidad de sus personajes Cervantes ofrece un abanico de dialectos y lenguas: la jerga del hampa, la jerigonza de ciegos, la bergamasca de Italia, la antigua de los griegos, la turquesca o morisca, la gascona de la Galia, la española, la vizcaína y la húngara; aunque a ninguna halaga con los adjetivos que otorgó a la dulce lengua valenciana. (*Ricart G. Moya)
Tras enumerar múltiples jergas y lenguas que no le merecen aprecio a Cervantes, aparecen estos versos: “Y si de aquestas le pesa, / porque son escabrosas (las lenguas), / mostraréle las melosas / valenciana y portuguesa” (Cervantes, Miguel de: La Gran Sultana, Doña Catalina de Oviedo. Imp. Viuda de Alonso Martín. Madrid, año 1615, v.1560).
Así que los precipitados y sesudos “científicos” catalanistas de dentro y fuera de nuestro Reino deben de reflexionar una vez más. Y leer. Pero leerlo todo, incluso lo que nos les conviene para ver que, aunque hagan caja defendiendo sus mentiras nacionalistas, también hacen el ridículo.
En “Persiles y Segismunda” leemos que “cerca de Valencia...la hermosura de las mujeres y su extremada limpieza y graciosa lengua, con quien solo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable” (III, c.12). Prosiguiendo el peregrinaje a Roma: “al salir de Villarreal, una pastora valenciana...en su graciosa lengua” (Ibid.)
¿Se refería al catalán o al valenciano Cervantes cuando refería que era una lengua “graciosa, dulce y agradable”, sólo similar a la portuguesa? La hermenéutica, como decimos los abogados, nos lleva a sumergirnos en la dimensión sociológica de las lenguas hispanas de recién entrado el siglo XVII donde la lengua catalana carecía del prestigio que tenía la lengua valenciana que dos siglos antes de Cervantes había tenido su Siglo de Oro compitiendo en el tiempo sólo con el italiano y antes, incluso, que el castellano. En Cataluña tendrían que esperar aun a la llegada de su Renaixença en la segunda mitad del siglo XIX, 350 años después de la valenciana.
Cervantes, que no tenía el mínimo interés en defender un idioma valencia¬no que nadie cuestionaba, expone su admiración hacia el valenciano, detalle que no prodigó a otras lenguas. En el Quijote se refiere a la lengua catalana sin hacer mayor descripción y ninguna alabanza: “diciéndoles en lengua catalana (...) dijo en su lengua gascona y catalana” (Quijote. II.1615). Estas frases pertenecen al encuentro de los protagonistas de la novela con unos ladrones catalanes. Premonitorio Cervantes.
Pero no nos alejemos del motivo de este artículo:¿A qué idioma se refería Cervantes cuando habla de la “graciosa lengua, con quien solo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable”? Veremos que, sin duda alguna, a la lengua valenciana y no otra.
En 1615, los talleres madrileños de la viuda de Alonso Martín imprimían “La gran sultana, doña Catalina de Oviedo”; comedia ambientada en el serrallo de Constantinopla. Para singularizar y resaltar la personalidad de sus personajes Cervantes ofrece un abanico de dialectos y lenguas: la jerga del hampa, la jerigonza de ciegos, la bergamasca de Italia, la antigua de los griegos, la turquesca o morisca, la gascona de la Galia, la española, la vizcaína y la húngara; aunque a ninguna halaga con los adjetivos que otorgó a la dulce lengua valenciana. (*Ricart G. Moya)
Tras enumerar múltiples jergas y lenguas que no le merecen aprecio a Cervantes, aparecen estos versos: “Y si de aquestas le pesa, / porque son escabrosas (las lenguas), / mostraréle las melosas / valenciana y portuguesa” (Cervantes, Miguel de: La Gran Sultana, Doña Catalina de Oviedo. Imp. Viuda de Alonso Martín. Madrid, año 1615, v.1560).
Así que los precipitados y sesudos “científicos” catalanistas de dentro y fuera de nuestro Reino deben de reflexionar una vez más. Y leer. Pero leerlo todo, incluso lo que nos les conviene para ver que, aunque hagan caja defendiendo sus mentiras nacionalistas, también hacen el ridículo.
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