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PRUEBA Nº 23.- CATALUÑA (*) " A SANGRE Y RAPIÑA" CONTRA EL REINO DE VALENCIA


Jaime I, de Aragón y Valencia.


(*) ("Cataluña" en 1238 no existía como tal. Así lo hemos comprobado en anteriores pruebas y argumentos y estaba constituíia por 9 condados de la antigua Marca Hispanica Carolingia feudatarios del rey de Francia, San Luis IX, y del que era señor y conde de Barcelona  Jaime I. Era un territorio fronterizo francés, lindante con Aragón por el sur. En ellos se hablaba el provenzal o lemosín).

LA CONQUISTA DEL REINO DE VALENCIA. LOS CONDADOS “CATALANES” ABANDONAN A JAIME I  POR NO SER  BATALLA “A SANGRE Y RAPIÑA” Y HACE QUE LA CRUZADA DE VALENCIA SEA UNA EMPRESA MAYORITARIAMENTE ARAGONESA.

¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio?

Tal como veíamos en la prueba anterior, es absolutamente falso que la Conquista de Valencia fuera una empresa catalana, pues su titular, el Rey de Aragón y Conde de Barcelona, se las vio y deseó para contar con algunos nobles de los antiguos condados carolingios. La nobleza “catalana” de la Marca Hispánica bajo soberanía francesa tuvo que ser  “convencida” por Jaime I para que se sumaran a la cruzada de conquistar el Reino de Valencia mediante una bula papal por la que percibirían multitud de compensaciones y se les perdonaría sus “pecados de sexo” y “explotación y comercio con musulmanes”.

I.- EL REY CONVOCA CORTES EN MONZÓN PARA CONQUISTAR VALENCIA ( Octubre,1236)
Con esta finalidad, a mediados del año 1236 el rey Jaime I convocó Cortes en Monzón. A estas Cortes asistieron todos los prelados de Aragón y los de la Marca Hispánica (hoy Cataluña), los representantes de la Ordenes militares y regulares, nobles de la Marca y aragoneses, y los representantes de los concejos de Lérida, Tortosa, Zaragoza, Teruel, Daroca, Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. En ellas el rey hablaba, por primera vez, de celebrar una cruzada assumentes crucem”.

El 5 de febrero de 1237, cinco meses después de las Cortes de Monzón, el papa Gregorio IX despachaba bulas para los arzobispos de Tarragona, Narbona, Arlés y Aix y al obispo de Barcelona, en las que concedía la misma indulgencia a los fuesen a la conquista de Valencia que la que recibían los que iban a Jerusalén. A los que habían hecho el voto de ir en peregrinación a Tierra Santa se le conmutaba dicha promesa por la entrega de una limosna para sufragar los gastos de la guerra. “Los incendiarios, azotadores de clérigos y comerciantes con musulmanes recibirían la absolución a condición de permanecer en el ejército hasta que se conquistase la ciudad”. Así lo relata D. Ramón  Menendez Pidal, en su Historia de España Tomo XIII – Capítulo III (edición 1996) .

La bula papal ordenaba al obispo de Barcelona y al procurador del arzobispo de Tarragona que exhortarían a sus fieles a que construyesen “fortificaciones, fosos y trincheras personalmente o a sus costas, ofreciéndoles una indulgencia añadida de treinta y un día más”. Todavía el siguiente 11 de febrero el Papa Gregorio IX escribía a San Raimundo de Peñafort para que convenciese al vizconde de Cardona de que cumpliese sus promesas y fuese a la conquista de Valencia, ofreciendo a cambio la “dispensa del impedimento de parentesco con la mujer con la que se había casado”.

Pero el propio Papa, que era perfectamente conocedor por sus ministros y obispos y por el propio Jaime I del carácter e interés de la nobleza catalana, que prefería una guerra a “sangre y rapiña” que una cruzada religiosa, ya advertía pues había muchos caballeros que –según una bula del mismo pontífice- procuraban impedir la “cruzada”, haciendo coaliciones y sociedades, y se prestaban juramento de mutua ayuda y defensa (bula de 9 de febrero de 1237 al obispo de Huesca).

II.- EL REY CONVOCA A SUS HUESTES EN TERUEL (Abril, 1237)
Advierte Menendez Pidal que, ante la ausencia del espíritu religioso, se podía asegurar que el éxito de la convocatoria de la hueste iba a ser mínimo. Efectivamente, según la Crónica, “solo acudieron a Teruel el 17 de abril de 1237 el caballero de la Marca Hispánica (hoy Cataluña) Guillén de Agulló, los nobles aragoneses Jimeno de Urrea, Pedro Fernández de Azagra (que era al mismo tiempo señor de Albarracín), Artal de Alagón y Pedro Cornel. De las Ordenes militares solo acudieron el maestre del Hospital y el comendador calatravo de Alcañiz, con sus huestes. Los concejos de la Marca Hispánica no acudieron, como tampoco los de Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. En cambio se presentaron los concejos de Daroca, Teruel, Alcañiz y Castellote, llegando más tarde el de Zaragoza”.


El fracaso de la hueste real, motivado por las ligas nobiliarias catalanas contra la “cruzada”  y por la tardanza de la divulgación de las concesiones pontificias, sólo se fue resolviendo parcialmente cuando las promesas y compensaciones reales y papales se fueron conociendo. Solucionadas ambas, el rey inició un viaje de reclutamiento y constatación de con cuantas fuerzas contaba. El siguiente 12 de agosto estaba en Lérida, y –según la Crónica- fue por tierras de Tortosa, Barcelona, Lérida, Huesca y Zaragoza, datos confirmados por la documentación coetánea. Y de nuevo convocó a sus huestes y “cruzados” para el día 4 de abril de 1238 (fiesta de Pascua), en el Puig.

III.- EL PUIG DE ENESA O DE SANTA MARIA
Mientras el rey Jaime I permanecía al norte del Ebro, el rey valenciano Zayyan se enfrentó a las huestes aragonesas que ya estaban fortificados en el Puig, librando la batalla de Enesa el 20 de agosto de 1237.

Desde el castillo de El Puig de Enesa se controlaba el paso norte a la ciudad de Valencia, se podían traer vituallas por mar y se dominaban todas las poblaciones musulmanas o alquerías situadas entre El Puig y Valencia. Bernat Guillen d’Entença, tío de Jaume I y alcaide del castillo tuvo el encargo del rey de comandar toda la tropa cristiana en su ausencia. En este período, la tradición oral afirma que San Pedro Nolasco, cofundador de la orden de la Merced junto a Jaume I, descubrió un retablo de la Virgen de El Puig escondido bajo una campana en el mismo lugar en donde hoy se halla el altar de la iglesia medieval de El Puig. Históricamente afirma la Crónica latina de Jaume I que la Virgen de El Puig infundió un gran valor a la hueste del rey en la tarea de conquistar Valencia. Por ello, fue nombrada y venerada como Patrona de la Ciudad y Reino de Valencia después de la conquista de Jaume I.

Tras la marcha del rey a principios de agosto a intentar reclutar fuerzas de la Marca Hispánica, el rey Zayyan reunió un gran ejército compuesto por unos seiscientos caballeros y unos once mil hombres de infantería dispuesto a enfrentarse a un reducido ejército cristiano de unos 100 caballeros y unos 2000 soldados de infantería. Un preso que escapó de Valencia avisó, la noche anterior a la batalla, a Bernat Guillem d’Entença de los planes del rey musulmán, de modo que el alcaide y sus caballeros pudieron diseñar una estrategia para afrontar tan crucial batalla.

Esta batalla del Puig o de Enesa, que se produjo sobre el 20 de agosto de 1237, fue ganada por el ejército jaimino que comandaba Guillem d’Entença, a pesar de que era mucho menor en número. Una mentalidad como la del hombre medieval necesitó, para poder explicar tan asombroso hecho bélico, de la intervención de San Jorge, patrón de los cruzados que acompañaban a Jaime I.

A principios de enero de 1238, Jaume I se entera de la muerte de Bernat Guillen d’Entença, tío del rey, alcaide del castillo y vencedor de la batalla de El Puig que hizo patente la debilidad del ejército del rey Zayyan y que, por tanto, abriría las puertas a la conquista final de Valencia

Tras enterrar a Bernat Guillem d’Entença en el Puig, el dominico fray Pere de Lleida confiesa a Jaime I que la mayoría de los caballeros quieren abandonar el castillo de El Puig. Ante tal traidora noticia, el rey aragonés decide convocar a todos los caballeros en la iglesia de el Puig de Santa María, donde se ubica el altar actual, y jura ante la Virgen de el Puig que no pasará más allá de Teruel y del río Ulldecona (frontera física actual con Cataluña) hasta que conquiste Valencia.

El juramento ante la Virgen de El Puig, guía y patrona de toda la conquista valenciana desde su descubrimiento, llenó de valor a los caballeros de Jaume I. Por ello, a finales de abril de 1238, el rey decide ir a asediar Valencia. Y, el mismo día de la salida, el monarca junto a la reina, todas las órdenes religiosas, todos los caballeros y soldados, se encomiendan a la virgen de El Puig para que les guíe y proteja en la toma final de la capital del reino, que se materializó con la entrada triunfal el 9 de octubre de 1238.

IV.- CONCLUSIONES.- Valencia, la ciudad, tenía en ese momento, según los estudios de la historiadora Amparo Cabanes Pecourt, 2.985 casas y 18.000 habitantes censados que, unidas las alquerías y rahals (casas de campo árabes) de extramuros serían cerca de 24.000 habitantes que tenía la capital del reino moro de Valencia. Cabanes, que estudió los “llibres dels avehinaments” y “del repartiment” calculó que a final del siglo XIII la ciudad de Valencia llegaba a los 30 mil habitantes frente a 2.000 inmigrantes llegados durante y después de de la conquista.

Si pensamos que de estos 2.000 el 60% eren aragoneses, el 32 % provenían de los condados de la marca hispánica y el 7% de otros territorios peninsulares, llegamos a la cifra de que pobladores de las tierras que hoy conocemos como Cataluña eran 600. Pensar que 600 pobladores consiguieron imponer su lengua a 30.000 personas afincadas en la capital del nuevo reino cristiano es científicamente imposible.

Pero también hay que recordar que de esas 30.000 personas un tercio eran cristianas tenían como lengua propia el “romanç valencià” o lengua valenciana que, por otro lado también era hablada y escrita por los mejores poetas árabes y gran parte de la sociedad islámica. El Dr. Hussein Mones, catedrático de Estudios Hispánicos en la Universidad de El Cairo afirma en su libro “Aldalusia Algarbia and Al Sharky” que al conquistar Jaime I el Reino moro de Valencia se encuentra con una población de 120.000 árabes, 65.000 cristianos mozárabes y con 2.000 judíos.

Así pues, es falsa la teoría catalanista de que en Valencia no existían cristianos que hablaran valenciano y que mantenían su propia cultura y religión cuando Jaime I llega a Valencia en 1238. Con ello, lo que pretende el catalanismo es hacer desaparecer la preexistencia del valenciano o “romaç valencià” antes de la llegada de Jaime I. Según los catalanistas, tras 600 años de dominación musulmana aquí no quedaba ningún cristiano que hablara otra cosa que no fuera árabe y que con la llegada de Jaime I lo hizo también la lengua catalana. Esto es del todo punto falso.

Como y vimos en el “Llibre dels Avehinaments”, la Paleografía, Cabanes Pecourt establece sin lugar a dudas que las concesiones de casas y tierras a los mercenarios de la “Marca Hispánica“ (“catalanes”) fueron prácticamente inexistentes en relación a las otorgadas a otras tropas, tales como aragoneses, navarros e incluso extranjeros. Posteriormente las lecturas que se han efectuado del Libro del Repartimiento no han modificado sustancialmente este porcentaje del 1,2% de catalanes (del total de la población) que permanecieron en Valencia una vez conquistada a los moros.

Para el profesor Peñarroja “la conclusión es clara: el 16,8 % de una minoría repobladora no podía imponer, en tal situación, su dialecto catalán occidental. Y esta tendencia se confirma, de forma coincidente, en las comarcas y po­blaciones más populosas del Reino­, como era Játiva, donde se detecta casi un 60 % de repobladores de habla aragonesa y castellana frente a un insignificante 14 % de habla ca­talana occidental (provenzal). Y como que estas son los únicos datos históricos comprobables, la Filología científica no se puede desentender de ellos. Es decir: hoy por hoy, la teoría que interpreta el valenciano como el producto de una repoblación catala­na no es históricamente demostra­ble. Es una opinión, no un conocimiento científico”.

Tal como demuestran los arabistas Cabanes Pecourt y Ubieto Arteta, al entregar el rey moro Zayyan las llaves de la ciudad de Valencia a Jaime I el 9 de Octubre de 1238, le dijo literalmente, según cuenta la crónica: «En la ciudad de Valencia conviven musulmanes, gente noble de mi pueblo, junto a cristianos y judíos. Espero que sepa gobernarlos para que continúen viviendo en la misma armonía y para que trabajen esta noble tierra conjuntamente. Aquí, durante mi reinado, salían procesiones de Semana Santa y los cristianos profesaban su religión con toda libertad, ya que nuestro Corán reconoce a Cristo y a la Virgen. Espero que usted conceda el mismo trato a los musulmanes de Valencia». Luego es falso lo que dicen los catalanistas que los cristianos, su lengua y cultura fuera exterminada e inexistente.

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