Las circunstancias políticas de
Europa y las propias de España y cada una de sus comunidades autónomas ha suscitado
un intenso debate sobre el qué hacer con nuestro mapa regional, sus
administraciones y su financiación.
Cuando se publicó el discurso
fundacional de Coalició Valenciana en Febrero de 2004, esto es, hace 8 años,
apostábamos por un foralismo constitucional perfectamente encardinado en el estado
actual como instrumento participativo y,
a la vez, como elemento orgánico de la nación española. Esto no tenía ni tiene
secreto alguno: responde a la tradición histórica, jurídica y política del
Reino de Valencia, hoy Comunidad Valenciana. Nuestro planteamiento, pues, perfectamente enraizado en nuestra historia y
legalidad constitucional y autonómica,
era, además, el contrapunto a la España asimétrica de los privilegios,
los chantajes y las deslealtades de los mal llamados “nacionalismos históricos”
donde el “café para todos” se había
convertido en la borrachera de reyezuelos y cortesanos autonómicos, y siempre
por cuenta de la casa. Valencia con Coalicio Valenciana exige lo suyo, lo que nos pertenece a nivel
económico y cultural, lucha contra esa asimetría insolidaria y, a la vez, se
defiende de los proyectos neonacionalistas que pretenden incluir a Valencia en
una nación que no es la nuestra.
El foralismo constitucional valencianista
era y es, pues, una propuesta dinámica hacia un estado autonómico sentado sobre
los pilares de la igualdad, la lealtad y la solidaridad. Pero las cosas han
cambiado y apuntan hacia la ruptura constitucional.
Así pués, creo que se hace
necesario, simplemente volver a empezar con el fin de superar los errores estructurales
y constituyentes que han dado lugar al actual caos autonómico, al
enfrentamiento interterritorial y a la quiebra autonómica y nacional.
Para ello es necesario, so pena
de volver a la miopía y vicios partidistas, superar colores y condiciones,
privilegios y soberbias nacionalistas y arrinconar cualquier interés de familia
y casta política con el fin de racionalizar el estado en su dimensión nacional
y autonómica y con ello hacer que el servicio a la ciudadanía esté sometido a
un criterio de sostenibilidad, ahorro, lucha contra la corrupción, el
nepotismo, y el despilfarro político.
Volver a empezar, como titulaba
Jose Luis Garci su laureada película, para una España políticamente más
ambiciosa pero estructural e
institucionalmente más modesta. Y que el café para todos sea, en efecto, para
todos, no sólo desde el punto de vista legislativo sino tambien presupuestario,
y todo ello sometido siempre a una gestión política, económica y penalmente
responsable, que garantice que el que robe o administre mal se vaya a la
cárcel y devuelva lo robado.
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