1.- 35 AÑOS DE CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
Nuestra Constitución
cumple 35 años y el nacionalismo independentista sigue minando la estructura
constitucional de la nación española a la que, -no desde la ignorancia- sino
con una más que evidente voluntad manipuladora, siguen negando su sustantividad
política y jurídica. Dicho de otro modo, el nacionalismo niega la propia
existencia de España como nación e incluso como unidad territorial.
Para pertrecharnos de
argumentos y poder luchar contra esta otra mentira he compilado una serie de
datos rigurosamente históricos.
Esta semana ha
acabado en TV la serie “Isabel” que he seguido con un interés entusiasta ya que
la figura de la reina católica así como la de su tía, la reina María de
Castilla, mujer del rey Alfonso el Magnánimo,
además de ser cruciales en la formación del estado moderno fueron objeto
de mi estudio sobre su presencia en el Palacio Real de Valencia del que, en el
2011, publiqué un libro.
2.- LA SERIE TELEVISIVA “ISABEL”
La serie, seguida con
una cierta agudeza crítica, adolece de ciertos “tics” y concesiones al
nacionalismo moderno: se oculta la sustantividad física, jurídica y política de
España como nación, a la que no se le menciona ni una sola vez, y a la que se
contrapone la existencia de Aragón, Castilla y “los condados catalanes” como
únicos “estados”. Se trata, o al menos así se trasluce, de evitar la palabra
España que, al parecer, sigue hiriendo muchas sensibilidades después de 35 años
de vigencia constitucional.
Otro tanto interés me
ha suscitado el protagonismo que tuvo el Reino de Valencia, al que apenas se le
menciona en un par de ocasiones, en la conquista de América. ¡Menos mal que
Colón no aparece como catalán, barbaridad que se puede escuchar y leer en
muchos círculos y prensa nacionalista!
La figura del valenciano Luis de Santángel, Escribano de Ración de
Fernando El Católico y auténtico financiero de la conquista del Nuevo Mundo
pasa ciertamente desapercibida. Pero este es otro tema.
Volviendo al interés
de los guionistas en ocultar la dimensión política de la hispanidad del reinado
de Isabel y la de potenciar una imagen de fraccionamiento y confrontación
entres los reinos que la conforman, cotejo este argumentario que servirá para
comprobar la existencia de un territorio y una nación milenaria que, aunque se
conformará como nuevo estado a partir de la dinastía Trastámara, clava sus
raíces en la historia muchos siglos antes que lo hicieran quienes hoy se
reivindican como naciones o nacionalidades para construir su propia mentira
política.
3.- ESPAÑA EN LA HISTORIA


Desde que por primera vez, hacia el 200 a. C., y por el poeta Quinto Ennio se utilizara el término Hispania, los romanos siempre lo utilizaron, mientras que en los textos conservados de los griegos éstos usan siempre el nombre de Iberia.
Gran parte del
conflicto entre cartagineses (fenicios)
y romanos tuvo como escenario las tierras de Hispania con las llamadas guerras
púnicas y que
terminaron con el triunfo de Roma. Entonces, el nombre que los romanos oían a
los cartagineses era el de Ispania, al cual añadieron una H, como también a Hiberia.
Estrabón, geógrafo e
historiador griego nacido en el año 63 antes de Cristo, habla de Iberia en su
libro III de Geografía y allí comenta que
“algunos dicen que las designaciones de Iberia e
Hispania son sinónimas, que los romanos han designado a la región entera (la
península) indiferentemente con los nombres de Iberia e Hispania, y a sus
partes las han llamado ulterior y citerior”
Cneo Pompeyo Trogo,
historiador galo-romanizado del siglo I a. C, construye toda una imagen sobre sus habitantes:
“Los hispanos (de Hispania) tienen preparado el
cuerpo para la abstinencia y la fatiga, y el ánimo para la muerte: dura y
austera sobriedad en todo (dura omnibus et adstricta parsimonia). [……] En
tantos siglos de guerras con Roma no han tenido ningún capitán sino Viriato,
hombre de tal virtud y continencia que, después de vencer los ejércitos
consulares durante 10 años, nunca quiso en su género de vida distinguirse de
cualquier soldado raso”.
Otro historiador romano, Tito Livio (59 a. C.
a 17 d.C.), escribe también sobre el carácter del hombre hispano, tal y como él
lo veía:
“Ágil,
belicoso, inquieto. Hispania es distinta de Itálica, más dispuesta para la
guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de los hombres”.
Lucio Anneo
Floro (entre
los s. I y II), que fue un historiador amigo del emperador Adriano, también
hace sus observaciones:
”La nación hispana o la Hispania Universa no supo
unirse contra Roma. Defendida por los Pirineos y el mar habría sido
inaccesible. Su pueblo fue siempre valioso pero mal jerarquizado”.
El escritor romano Publio
Valerio Máximo (s. I. a.C.) la
llamó fides celtiberica. Según esta fides, el íbero
consagraba el alma a su caudillo y no creía lícito sobrevivirle en la batalla.
Es la conocida devotio o dedicación íbera de los comienzos del
imperio romano. (En la Edad Media tuvieron muy en cuenta esta
fidelidad de los celtíberos a la que llamaron para sí lealtad española).
En el siglo IV,
surge otro escritor, un retórico galo llamado Pacato que
dedica parte de su obra a describir esta península, Hispania, su geografía,
clima, habitantes, soldados, etc., y todo ello con grandes alabanzas y
admiración. Pacato escribe:
“Esta
Hispania produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta
los fecundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y
príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio”.
En su época
sale a la luz una obra que se llama Expositio totius mundi en
que se describe a Hispania como Spania, terra lata et máxima, et dives
viris doctis (Spania, tierra ancha y vasta, y con abundantes hombres
sabios). En estos momentos es cuando el nombre de Hispania alterna ya con
Spania.
Pablo Orosio (390-418) historiador, discípulo de San Agustín y autor
de Historiae adversus paganus, la primera Historia Universal
cristiana, comenta al referirse a la acción reprobable de un pretor: Universae
Hispaniae propter Romanorum perditiam causa maximi tumultus fuit.
Para Orosio Hispania es una “tierra con una vida colectiva con valores propios”.
Con el tiempo, se
comenzó a utilizar una forma secundaria de Hispania: Spania y de ahí se
derivaría el nombre que conocemos hoy como España. Según cuenta San Isidoro,
con la dominación de los visigodos se empieza a acariciar la idea de la unidad
peninsular y se habla por primera vez de la madre
España. Hasta la fecha se habían servido del nombre Hispania para designar
todos los territorios de la península. En su obra Historia Gothorum, Suintila aparece como el primer rey de
"totius Spaniae"; el prólogo de Historia
Gothorum es el conocido De laude Spaniae (Acerca de la alabanza a España) y en
él trata a España como nación goda.
Con la invasión
musulmana, el nombre de Spania o España se transformó en اسبانيا, Isbāniyā. Al
comienzo del proceso reconquistador durante la alta Edad Media,
no fue extraño que fuese designado con ese nombre (España o Spania) el territorio
dominado por los musulmanes, por ocupar éste la gran mayoría del espacio de la Spania romano-goda. Así, Alfonso I el
Batallador (1104-1134) dice en sus documentos que "él reina en Pamplona, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza", y
cuando en 1126 hace una expedición hasta Málaga nos dice que "fue a las tierras de España".
Sin embargo, tampoco faltó la identificación temprana de España con la herencia previa a la invasión
musulmana, como ocurre por ejemplo con el lamento por la “pérdida de España” que se puede encontrar en la Crónica Mozárabe o Crónica
de 754 (en latín, Continuatio Hispanica), que
muestra la continuidad de la idea de España anterior al 711.
El título
de Imperator (totius)
Hispaniae del latín, Emperador de (toda) España nació como término de la mano de los
monarcas de León, al
menos, en el siglo X.
Fue usado esporádicamente en los dos siguientes siglos, según los reyes de la
Iberia cristiana luchaban por la supremacía y por el imperiale culmen. Durante la
Edad Media, el topónimo latino Hispania,
sus deformaciones (como «Yspania» o «Spania») o cualquiera de sus versiones
romances (como «España» u otras variantes gráficas, como «Espanna») se usaba,
en singular o en plural, para referirse al total de la península
ibérica.
En 1077 Alfonso VI, que unificó de nuevo la propiedad de su padre, se coronó «Imperator totius Hispaniae» y en 1135, Alfonso VII de León también fue coronado «Imperator totius Hispaniae» en la Catedral de León.
Pero ya a partir de los últimos años del siglo
XII se designa a toda la península, sea de musulmanes o de cristianos, con el
nombre de España. Así se habla de los “cinco
reinos de España”: León, Castilla, Navarra, Portugal y Aragón (cristianos),
con el territorio bajo dominio musulmán como territorio de España que ha de ser
reconquistado.
Resulta tan irónico como cierto, pero el territorio español que ha tenido
una denominación hispana más marcada ha sido Cataluña.
En el año 777 el Califa de Zaragoza, Solimán el Arabí, que se ve amenazado por el Emir Abderramán I que pretende apoderarse de Zaragoza, solicita el apoyo del rey franco, Carlomagno, a cambio de firmar un pacto de “marcar” los territorios Carolingios y los del imperio moro de Al-Andalus de Hispania. Con este pacto, Carlomagno ensancha sus dominios en Hispania (por ello la “Marca Hispánica”), en este lado de la cordillera Pirenaica, y a demás crear una serie de fortalezas militares con el fin de frenar el avance musulmán.
Aprovechando Carlomagno el pacto con el Califa Solimán el Arabí, conquista a los musulmanes las plazas de Gerona, Barcelona, Urgell, Besalú, Conflent, los Valles y así hasta nueve condados. Estos condados formaron la conocida como “Marca Hispánica” franco-carolingia y fue gobernada por Carlomagno y sus descendiente en la corona francesa desde el año 801 hasta que el rey de Francia, Luis IX, firmara el Tratado de Corbeil con el Rey de Aragón, Jaime I, en el año 1258, momento en que estos condados franceses (hoy Cataluña) que formaban la Marca Hispánica pasan a ser propiedad del Rey de Aragón.
Los profesores R. D’Abadal y F. Codera afirman que tras la combinación étnica creada en los Condados de la Marca Hispánica del 801, surgiría una combinación de cultura hispano-francesa y desarrollarían un mosaico de dialectos del Provenzal. El latín vulgarizado con alguna aportación árabe, mallorquina y valenciana, iba a recibir una aportación del provenzal que sería determinante en la configuración final de la lengua lemosina que se consolidaría como catalana con la “Renaixença” del siglo XIX, 4 siglos después del siglo de Oro de la Lengua Valenciana (siglo XV).
Es precisamente con nuestro conquistador, Jaime I, en 1258, veinte años después de la conquista de Valencia cuando Aragón incorpora a su reino los condados hispano-franceses que hoy conocemos como Cataluña con la firma del referido Tratado de Corbeil con el Rey San Luis IX de Francia. No existe documento alguno de los años 1200, 1210, 1235, 1258, 1300 etc, que aparezca documentada Cataluña como tal, ni como reino, nación o estado. En el propio tratado de Corbeil los condados catalano-franceses se describen individualmente cada uno de ellos sin que exista agrupación o estructura superior que pueda fundamentar otra realidad política.
La “corona” o
“confederación catalano-aragonesa” es, pues, una mentira más
del nacionalismo romántico y fantástico del siglo XIX que intenta sustentar sus
sueños neocoloniales en figuras jurídicas y políticas que nunca existieron.
La historiografía española considera el reinado de los Reyes
Católicos como la transición de la Edad Media a la Edad Moderna.
Con su enlace matrimonial se unieron provisionalmente, en la dinastía de los Trastámara,
dos coronas: la Corona
de Castilla y la Corona
de Aragón
El
papa Inocencio VIII (1434-1492) habría sido el
primero que impuso el nombre de "Reyes Católicos" a los esposos y
reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla tras la toma de Granada ya que
en su tumba, ubicada en el Vaticano hay
una inscripción en latín,
en donde aparecen redactadas junto a otras sentencias, la siguiente: “regi hispaniarum catholici nomine imposito”.
El
papa valenciano Alejandro VI (Rodrigo Borgia) (1431-1503),
sucesor en el papado de Inocencio VIII, expidió la bula Inter caetera, el
4 de mayo de 1494,
que formó parte de las Bulas
Alejandrinas, dirigiéndose a los reyes con el título de "Reyes
Católicos", y que sería nuevamente utilizado por el mismo pontífice en la bula Si convenit, expedida
el 19 de diciembre de 1496 también con el nombre
de “rey y reina de las
Españas”.
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