Cataluña como sinónimo de mentira
Por Juan García Sentandreu
Escritor y Jurista*
“Hoy, más de mil años después,
la ambición de la clase política catalana
tiene las mismas aspiraciones feudales
que cuando dependían de la corona carolingia y francesa”.
La Cataluña nacionalista es, toda en sí, una gran mentira. No voy a atreverme a hacer este tipo de manifestaciones sin aportar las correspondientes pruebas. Mi formación y experiencia de jurista me lleva a probar todo lo que digo.
La Cataluña actual es una gran mentira en diversas dimensiones: En una dimensión histórica; en una dimensión lingüística y en una dimensión arquitectónica y heráldica: “la mentira de la “senyera catalana" y la mentira de la Barcelona “histórica”.
1.- LA MENTIRA DE LA CATALUÑA HISTÓRICA
En el año 777, España o Al-Andalus está ocupada prácticamente toda por los árabes. El Califa de Zaragoza, Solimán el Arabí, se ve amenazado por el Emir Abderramán I que pretende apoderarse de Zaragoza, motivo por el que solicita el apoyo del rey franco, Carlomagno, a cambio de firmar un pacto de “marcar” los territorios Carolingios (la Francia actual) y los del Imperio de Al-Andalus de Hispania. Con este pacto, Carlomagno cruza los pirineos hacia el sur y amplia sus dominios en Hispania (por ello la “Marca Hispánica”), en este lado de la cordillera Pirenaica, y a demás crear una serie de fortalezas militares con el fin de frenar el avance Musulmán hacia lo que es la Francia actual.
Aprovechando Carlomagno el pacto con el Califa Solimán el Arabí, conquista a los musulmanes las plazas de Gerona, Barcelona, Urgell, Besalú, Conflent, los Valles y así hasta nueve condados. Estos condados formaron la conocida como “Marca Hispánica” franco-carolingia y fue gobernada por Carlomagno y sus descendiente en la corona francesa desde el año 801 hasta que el rey de Francia, Luis IX, firmara el Tratado de Corbeil con el Rey de Aragón, Jaime I, en el año 1258, momento en que estos condados franceses (hoy Cataluña) que formaban la Marca Hispánica pasan a ser feudatarios del Rey de Aragón.
Así las cosas, en el siglo VIII los condados (hoy catalanes) de la “Marca Hispánica” pasan de ser territorios musulmanes a soberanía francesa (franco-carolingia). Desde el 801 al 1258 los condados catalanes de la Marca Hispánica son feudatarios y vasallos del rey de Francia.
En la nueva Marca Hispánica carolingia (801), generalmente la población conquistada aceptó a los nuevos dominadores con escasa resistencia y en algunos casos mejorando su situación en comparación con la que tenían bajo el mandato de los gobernantes hispano-visigodos y la de los musulmanes. Sus habitantes aceptaron sin reparo las nuevas leyes Carolingias al igual que los matrimonios de los nativos de la Marca Hispánica con los francos. Esto marcaria una fuerte influencia Carolingia por la dependencia cultural y religiosa de los centros ubicados en tierras francesas.
Para gobernar estos territorios, los reyes francos designaron condes, unos de origen francés y otros autóctonos, según criterios de eficacia militar en la defensa de las fronteras y de lealtad y fidelidad a la corona. Inicialmente la autoridad condal recayó en los señores locales de la Marca, pero los intentos de convertir sus demarcaciones en señoríos hereditarios obligó a los carolingios a sustituirlos por condes de origen francés.
Los profesores R. D’Abadal y F. Codera afirman que tras esta combinación étnica creada en los Condados de la Marca Hispánica del 801 entre los francos( franceses) y los autóctonos, surgiría una combinación de cultura hispano-francesa y desarrollarían un mosaico de dialectos del Provenzal. El latín vulgarizado con alguna aportación árabe, mallorquina y valenciana, iba a recibir una aportación del provenzal que sería determinante en la configuración final de la lengua lemosina que se consolidaría como catalana con la “Renaixença” del siglo XIX, 4 siglos después del siglo de Oro de la Lengua Valenciana (siglo XV).
La inexistencia política de Cataluña durante la conquista de Valencia en 1238, ya que eran territorios de la corona francesa de escasa relevancia poblacional, sin instituciones ni estructura política ni idiomática, hace del todo punto imposible que tuviera papel alguno en la construcción del nuevo Reino cristiano de Valencia.
Es precisamente con Jaime I, en 1258, veinte años después de la conquista de Valencia (1238) cuando Aragón incorpora a su reino los condados franceses que hoy conocemos como Cataluña con la firma del referido Tratado de Corbeil con el Rey San Luis IX de Francia. No existe documento alguno de los años 1200, 1210, 1235, 1258, 1300 etc, que aparezca documentada Cataluña como tal, ni como reino, nación o estado. En el propio tratado de Corbeil, los condados catalanes franceses se describen individualmente cada uno de ellos sin que exista agrupación o estructura superior que pueda fundamentar otra realidad política.
El Tratado de Corbeil (1258), escrito en latín y comienza con las palabras: “Es universalmente conocido que existen desavenencias entre el señor rey de Francia y el señor de Aragón, de las Mallorcas y de Valencia, Conde de Barcelona y Urgel, señor de Montpellier; por lo que el señor rey de Francia dice que los condados de Barcelona, Besalú, Urgel, etc... son feudos suyos; y el señor rey de Aragón dice que tiene derechos en Carcasona, Tolosa, Narbona, etc....”.
La “corona” o “Confederación catalano-aragonesa” son, pues, una mentira más del nacionalismo romántico y fantástico del siglo XIX que intenta sustentar sus sueños neocoloniales en figuras jurídicas y políticas que nunca existieron.
Por ello la historia nos da documentos incontestables, todos, en los que cuando hace referencia a los reyes hispanos, habla de “Rey de Aragón, Rey de Valencia, Rey de Mallorca y Conde de Barcelona…”. Lo demás, como digo, ciencia-ficción o sea, mentira.
RESUMIENDO:
1.- Los romanos ocupan Hispania en el siglo II antes de Cristo y la actual Cataluña –que entonces no existía- pertenecía, junto con media Hispania, a la Provincia “Tarraconensis” o “Citerior”.
2.- Los árabes ocupan Hispania y en el año 709 conquistan Valencia y en el 717 Barcelona. En el año 1010 se constituye el reino Independiente de Valencia o Balansiya separándose del Califato de Córdoba. Los árabes dominaron Valencia hasta 1238 en que Jaime I instaura el Reino cristiano de Valencia.
3.-Los árabes están en Barcelona y en el resto de condados hasta el 801 en que los francos (actuales franceses) la unen como “Marca Hispánica” al Imperio carolingio y hacen de ellos unos condados fronterizos (por ello son “marca” fronteriza). La dominación francesa dura 450 hasta el tratado de Corbeil 1250 en que el Rey francés, San Luis IX, cede a Jaime I de Aragón los condados franceses de la parte española y Jaime I le cede a Luis IX los condados aragoneses de la parte francesa. Esa es la síntesis de lo firmado en el documento cuya importancia radica en que se firmó 29 años después de la reconquista de Mallorca y 20 años después de la del Reino de Valencia.
4.- Cataluña NUNCA ha sido un estado ni nación, ni reino. Ni siquiera un Principado. Tampoco un condado. Los condados catalanes fueron 9 y el título de Conde que ostentan los Reyes aragoneses es el de Barcelona.
5.- Cataluña, antes y después de los episodios que relata el nacionalismo catalanista como origen de la falsa “corona catalana” o “catalano-aragonesa”, NUNCA ha tenido estructura ni física ni política ni si quiera para ser tenida como una simple región hasta que en 1521 Carlos I los declarara como provincia.
6.- La actual Cataluña NUNCA ha gozado de soberanía propia porque sus soberanos no han sido otros que los Reyes de Francia, de Aragón y de España en los últimos 1.200 años. Y antes, visigoda y romana. La supuesta “nación catalana” surgida –según los nacionalistas- a principios del siglo XII no es más que fruto de la invención. En el último milenio, pues, los catalanes han sido franceses y españoles. Y antes de ser franceses pertenecían a la España romana y visigoda.
8.- El Reino de Valencia es 900 años LATINO y 530 años MUSULMAN. De ahí que la Lengua Valenciana tenga la mayor parte de su base idiomática en el latín de los conquistadores romanos (900 años) y una gran y rica aportación árabe (530 años).
9.- Los condados “catalanes” fueron 900 años LATINOS; 84 años MUSULMÁNES y 450 FRANCESES. Lo que nos lleva indefectiblemente a concluir que sobre la misma base latina que el resto de lenguas romances europeas, el catalán carecía de la aportación árabe de la que goza el valenciano y, por el contrario, tiene durante casi 5 siglos (450 años) la aportación occitano-provenzal francesa. Esta es la razón de que en Cataluña utilicen tantos términos franceses como el “gairebé”, “mercí” o “merces”, “donç”, “si us plau”, o “petit” todos importados del provenzal fruto de su dependencia y vasallaje a la corona francesa durante casi 5 siglos.
10.- Mientras Valencia ha sido una provincia hispanorromana y un Reino hispano-árabe, y posteriormente un Reino perteneciente a la Corona de Aragón y a la Corona Española, las tierras catalanas fueron parte de una provincia hispanorromana (hasta el 801), francesa (hasta el 1258) y aragonesa y española desde 1258 hasta hoy. NUNCA HAN SIDO UNA NACIÓN NI HAN GOZADO DE SOBERANÍA PORQUE NO HAN TENIDO UN REY NI HAN SIDO UN REINO.
2.-LA MENTIRA EN SU DIMENSIÓN LINGÜÍSTICA. LA GRAN MENTIRA DE QUE EL VALENCIANO PROVIENE DEL CATALÁN.
El nacionalismo catalán erige su supuesta nación en otra gran mentira: el carácter histórico y original de la lengua catalana. La lengua catalana impuesta por el nacionalismo catalanista desde el pasado siglo XX es un producto de laboratorio sobre la base de un barceloní que tiene su origen en el provenzal francés o lemosín y que carece absolutamente de literatura histórica.
Una de las definiciones más certeras, y que me imagino son candidatas a ser manipuladas, es esta verdadera confesión –no de culpabilidad, sino de realidad- cuando la Wikipedia nos dice algo que he sostenido siempre y que tanto desagrada leer al catalanismo-, y es que la lengua catalana no existió como tal hasta el siglo XV (dos siglos después de la Conquista de Valencia) y como una variedad dialectal con muy escaso valor, y con una cierta relevancia hasta el siglo XIX con su “Renaixença”. Dice la enciclopedia que “La literatura en catalán vio sus primeras grandes obras antes en prosa que en verso. Esto se debió a que los poetas cultos, hasta el siglo XV, preferían utilizar el provenzal literario en vez de la variedad autóctona, como en el caso de Alfonso II (el Trovador). Cabe destacar, sin embargo, que existían pocas diferencias entre la lengua catalana y las diversas variedades occitanas (provenzal, languedociano, lemosín, gascón...), muchas menos en la Edad Media, ya que durante esa época y en siglos posteriores se consideraban la misma lengua”.
Por si la cosa no está clara, añado la cita del filólogo y lingüista catalán Antoni Badía Margarit, rector de la Universidad de Barcelona, que en su Gramática Histórica Catalana (1952) sostiene que “no es el catalán una lengua románica que siempre haya estado entre las lenguas con personalidad propia: todo lo contrario, era considerado como una variedad dialectal de la lengua provenzal, y sólo desde hace relativamente poco ha merecido la categoría de lengua neolatina independiente”. Ref. Antoni Badía Margarit. Gramática Histórica Catalana (1.952). Por si fuera poco, traigo a colación, también, la cita del insigne historiador y humanista, Menéndez Pelayo que de manera tajante afirma que “hasta muy entrado el siglo XV, en Cataluña los versos se componían en Provenzal”, lo que confirma tanto la versión de la enciclopedia como la de Badía Margarit.
Y en el mismo sentido la del filólogo e hispanista francés Alfred Morel-Fatio cuando sostiene que “el catalán es una mera variante de Provenzal porque los habitantes de Septimania y los de la Marca Hispánica (hoy Cataluña) hablaban la misma lengua Provenzal”(Études de l'Espagne (3 vols., 1888-1904; segunda edición de los volúmenes I y II, 1895 y 1906).
Y también el Filólogo suizo-alemán Meyer Lübcke que de manera incontrovertible sostiene que “el catalán.., que no es más que un dialecto del Provenzal”(Grammaire des Langues Romanes". Paris, 1890. pág.13).
Finalmente y como colofón y rúbrica de lo dicho, el patriarca de la Romanística y creador de la Gramática Comparada , el filólogo alemán Friedrich Christian Díez (15 marzo 1794-29 mayo 1876), confirma la dependencia dialectal del romance hablado en los condados “catalanes” bajo influencia francesa: “el Provenzal se extiende particularmente en Cataluña” ("Grammaire des Langues Romaniques”. Paris. 1874. p.3) “Alvernés, gascón, provenzal, lenguadociano son dialectos romances”.
Así pues, en el siglo XV, mientras los condados franco-catalanes tenían una incipiente y escasa literatura en provenzal -como dice la enciclopedia digital y los eruditos reseñados- y toda su legislación estaba en latín, el Reino de Valencia no sólo gozaba ya de dos siglos de leyes en valenciano sino que su literatura entraba en el gran siglo de Oro de la Lengua Valenciana y nuestros autores, Ausias March, Joanot Martorell, Jaume Roig, Roig de Corella, Marti de Viciana, Isabel de Villena, Bonifacio y Vicente Ferrer, todos ellos valencianos, manifestaban sin excepción que el idioma en que escribían sus obras en pleno siglo XV no era otro que la “Lengua Valenciana”.
CONCLUSIÓN Así las cosas, volvemos siempre a la pregunta del principio: Unos condados fronterizos que durante 500 años pertenecieron a Francia (801-1258), que toda su legislación estaba en latín y que hablaban un galo-romance como el provenzal (tal como dicen los más prestigiosos filólogos e historiadores) al menos hasta 2 siglos después de la conquista de Valencia, ¿cómo van a traer a Valencia y a enseñar a hablar a todo un reino que les multiplicaba en todos los aspectos?
Y concretamente en la ciudad de Valencia que por aquel entonces tenía 30.000 habitantes según el estudio de la paleo-historiadora Amparo Cabanes, ¿eso lo hicieron 600 soldados o colonos iletrados de los condados franco-catalanes que reclutó Jaime I para su ejército conquistador y se asentaron en nuestra ciudad, según consta en el “llibre dels avehinaments” y en el "llibre del Repatiment"?
Y si así fuera, ¿con qué prodigioso método enseñaron a hablar como para que el Rey Conquistador nos diera inmediatamente nuestra legislación foral -Els Furs- en romance valenciano, y obligara a jueces y médicos a dar sentencias y recetas “en lengua llana” para que los valencianos lo entendiéramos? "Los jutges en romanç diguen les sentencies...", "Metges axi fisichs com cirurgians les receptes que ditaran hajen a dictar en romanç declarant lo nom de les herbes en lur nom comu, e vulgar".
La teoría catalanista de la colonización del Reino de Valencia hace aguas por todos lados. Pero el esencialismo integrista de su nacionalismo irracional les ciega de tal manera que no admiten estos datos y pruebas científicas que desmontan definitivamente la gran mentira catalanista.
EL REINO MORO DE VALENCIA HABLABA VALENCIANO 300 AÑOS ANTES DE LA CONQUISTA DE JAIME I
En el año 2002 publiqué el libro 'Breve historia de Valencia, Didáctica elemental para amar y defender en Valencia (Juan García Sentandreu, ediciones Fundacio Nuevo Valencianismo, 2002). En su primera parte: “Historia de la Lengua Valenciana”, y en su capítulo cuarto, hablo de la Valencia mozárabe en la que los cristianos que vivían bajo el dominio musulmán (mozárabes) hablaban desde el siglo IX, un latín vulgar arabizado en el nombre de 'romanç valenciá', la lengua que se encontraría Jaime I cuando conquista el Reino de Valencia en 1238.
Son diversos los testigos, los documentos, que manifiestan la existencia de los mozárabes y de la lengua de los mozárabes a lo largo del periodo de dominación islámica. He ampliado esta información en sus fuentes y citas bibliográficas para los que tengan interés en su estudio.
1.- El arabista, lexicógrafo y historiador Francisco Javier Simonet y Baca, por ejemplo, relata de los mozárabes que “dando gallarda muestra de la capacidad, su ingenio y aplicación, y acomodándose a las difíciles circunstancias de su largo cautiverio, cultivaron ambas lenguas y literaturas sobresaliendo, así, en el árabe como en la hispano-latina, pero sin olvidar la suya propia”. Y añade: “Los mozárabes conservaron perpetuamente el conocimiento de la lengua latina, al menos como lengua sabia. Ocurre la importante cuestión de que la lengua vulgar usada comúnmente por aquel pueblo, pues ni el árabe era hablado generalmente por los mozárabes, como algunos han supuesto, ni el antiguo latín se hablaba ya por los antiguos españoles, llevando algunos siglos de decadencia y descomposición en el uso familiar y corriente. Nosotros creemos que los mozárabes, hablaban un dialecto vulgar formado por el antiguo latín y otros elementos filológicos acumulados en el transcurso de los siglos en toda la península, siendo muy parecido al romance de hoy”.
2.- Dr. En Filosofía i Letras, el Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Mourelle de Lema, abunda en esta cuestión cuando dice que “en la Lengua Valenciana se encuentran vivos muchos vocablos procedentes del árabe… Hibridación y seudomorfosis son fenómenos lingüísticos resultantes de una larga convivencia de dos culturas: la ibero-latina valenciana y la árabe”. Mourelle de Lema entiende por tanto que “no se puede minimizar el valor de las jarchas valencianas para probar la existencia de un romance en Valencia antes del siglo XI… No es erróneo, sino muy científico e incontrovertible, suponer una tradición de canciones eróticas en romance en tiempos anteriores al que vivieron los citados poetas els musulmanes en lo que sería Reino de Valencia. Incluso podría pensarse en su existencia en los siglos IX y X”.
3.- El profesor Gómez Bayarri , licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza, acota que “el romance idioma madre debió de constituir el vehículo de expresión de la vida cotidina familiar y lazo de comunicación de la vida sentimental. Así lo atestiguan las canciones de amor, amplio repertorio, llenas de amable dulzura…”.
4.- La escritora y experta arabista, Teresa Garulo, profesora del Departamento de estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid que escribe que “Los viajes a Oriente se convierten en el vehículo transmisor de la cultura árabe, los hombres cultos van a las grandes metrópolis, deseosos de de perfeccionar su cultura y, al regresar, llevan las novedades de Bagdad, toda la poesía de los modernos y más tarde de los neoclásicos, que son los que ejercen una influencia viva, directa y eficaz de los poetas hispanoárabes”. Y continúa. “A principios del siglo X, Muqqadam de Cabra crea la “moaxaja”, producto típicamente hispano-árabe, caracterizado por la estructura estrófica, desconocida en la poesía árabe, y por la adición de un final en romance: la jarcha”.
“Sólo en Valencia se mantiene la tradición cultural anterior a los almorávides, y con Ibn Jafaya (m. 1138) y su sobrino Ibn azZaqqaq (m. 1134) se crea la escuela de poetas paisajistas que todavía supieron reanimar el andamiaje de la “casida” y renovar el “cabnal” de las metáforas”, escribe Teresa Garulo.
La poesía árabe del final de la dominación islámica es una poesía popular. Los poemas reciben el nombre de “moaxaha” o “moaxaja”, rematadas por una jarcha. La moaxaha consta de seis partes rimadas entre si y otras cinco partes que no tienen rima común. La jarcha o harja final es la salida, el remate y, por lo general, está redactada en romance. Las jarchas son cánticos de amigo, de amor, de cariño, puestas en boca de quien añora a la persona amada. Y son propias de la comunidad mozárabe cristiana. Pero las hay también escritas en árabe, incluso en hebreo, lengua que hablaba la comunidad judía.
5.- El Catedratico de Historia, Leopoldo Peñarroja, señala que las jarchas (harges) “se convierten en síntoma y en cristal a través del cual es posible penetrar en la interioridad de la civilización románica de Al Andalus, por su conexión o pertenencia a una primitiva lírica románica”. Para Peñarroja, “las jarchas anuncian, consecuentemente, la permanencia de un mundo cultural hispa-románico distinto, a pesar de que viene íntimamente de la cultura arabiga implantada en el siglo VIII. Hoy no cabe la menor duda de que en el trasmundo de las jarchas valencianas hay una literatura preexistente y popular”.
6.- El arabista Emilio García Gómez, Presidente de la Academia de la Historia y miembro de la Real Academia Española de la Lengua, hace "la observación de que la métrica de les moaxahes y de los zejels no siguen la métrica arábica, sino la métrica silábica latina, la románica, que pervivió durante todo el período de arabización".
7.- El catedrático de lengua i literatura y filólogo, Dámaso Alonso Fernández de las Redondas, después de estudiar una veintena de “muwxxaha” se encontró a Samuel Stern, profesor universitario, en una sinagoga de Jerusalén, que le confirmó que “musulmanes, judíos y mozárabes utilizaban un romance vernáculo, con unos caracteres estructurales que eran similares a los del valenciano primitivo. Este romance vernáculo gozaba, además, de plena vitalidad a la hora de la reconquista y tenía límites definidos”.
8.- El filólogo, medievalista e historiador, Ramón Menéndez Pidal, cuenta que Mío Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, al conquistar la ciudad de Valencia en 1090, encargó la vigilancia y defensa de la ciudad a los mozárabes que había dentro “porque fueron criados con los moros y hablaban como ellos y sabían sus maneras y costumbres”.
9.- Es más, el medievalista y Catedrático de Historia Antonio Ubieto Arteta afirma que “los musulmanes que nos invadieron y colonizaron no fueron nunca superiores en número a los naturales de Valencia, a los cuales, además, respetaron, y recuerda que la Sura II del Corán obliga a los árabes a proteger a los cristianos y a sus iglesias”.
Está más que demostrado que no es verdad lo que sostienen los catalanistas de que cuando llegó Jaime I no encontró aquí ningún mozárabe y que, por lo tanto, no se hablaba el romance, el latín antiguo de los romanos, lo que, lo que hablaban los valencianos, dicen los catalanistas, es el catalán de los pocos “catalanes” que iban con Jaime I en la conquista de Valencia.
10.- El catedrático de Estudios Hispánicos Al Andalus de la Universitat de El Cairo, Hussein Mones, en su libro “Andalusia, Algarbia and Al Sharky”, cuenta que “a la llegada de Jaume I a Valencia en 1238, habían aquí, en todo el territorio del Reino Moro de Valencia, 120.000 musulmanes, 65.000 cristianos (mozárabes) y 2.000 judíos”.
Según Mones, y así lo recoge en su libro, al rendirse el rey Zayán a Jaime I y darle las llaves de las puertas de la ciudad, le dijo: “En la ciudad de Valencia conviven musulmanes, gente noble de mi pueblo, junto a cristianos y judíos. Espero que sepa gobernarlos para que continúen viviendo con la misma armonía y para que trabajen esta noble tierra conjuntamente. Aquí, durante mi reinado salían procesiones de la Semana Santa y los cristianos profesaban su religión con toda libertad, ya que nuestro Corán reconoce a Cristo y a la Virgen María. Espero que Vd. conceda el mismo trato a los musulmanes de Valencia”.
F. J. Simonet, del que ya hemos hablado al principio, en referencia a esto, escribe que “los mozárabes nunca llegaron a olvidar, ni en el uso vulgar ni en el literario, el idioma latino e hispano-latino recibido de sus ascendientes, su idioma religioso y nacional”.
11.- El escritor, historiador y epigrafista, Aureliano Fernández Guerra, asegura que “los mozárabes fueron guardadores fidelísimos de la lengua romance, de la poesía y de las costumbres de sus antepasados”.
12.- El filólogo Joan Costa corona esta grupo de pruebas y argumentos de forma contundente y esclarecedora cuando escribe: “Si hoy en Valencia, después de 400 años de cultura castellana, de documentación oficial en castellano, de escuela y liturgia en castellano, de medios de comunicación en castellano, la gente, sobre todo en los pueblos, continúa hablando la lengua valenciana, aunque todos conozcan el castellano y la inmensa mayoría escribe siempre en castellano, ¿Por qué debería de ser diferente en la lengua valenciana? ¿Por qué los valencianos musulmanes, en continuo contacto con los cristianos de los reinos fronterizos, deberían de perder su romance?”.
13.- El filólogo romanista y etimólogo alemán, Harri Meier, citado por Peñarroja, tiene también una frase aplastante en esta polémica: “Nunca, en ningún lugar, ha sucedido el simple trasplante de un idioma a otro pueblo o población.
14.- Para al filólogo y miembro de la Real Academia Española de la Lengua, Luis Fullana Mira, “solo el substrato mozárabe configuró la individualidad lingüística de Valencia”.
Idea que amplia Gómez Bayarri al decir que el romance “constituyó el estrato fundamental en la configuración de la Lengua Valenciana, hecho que pronto se plasmó va en la singularizada conciencia idiomática medieval valenciana, y así quedó constatado en documentos jurídicos, literarios y notariales que dan imagen a su particular onomástica”.
3.- LA MENTIRA EN SU DIMENSIÓN ARQUITECTÓNICA Y HERÁLDICA: “la mentira de la “senyera catalana" y la mentira de la Barcelona “histórica”.
Javier García Blanco nos aporta un estupendo estudio sobre otra de las mentiras del nacionalismo: la arquitectura. Y es que todo, absolutamente todo, se pone al servicio de la "verdad" nacionalista reconstruyendo no sólo la historia sino, incluso, la arquitectura monumental. Y es que cada día miles de turistas pasean por las calles del casco antiguo de Barcelona admirando y fotografiando monumentos y edificios del que actualmente se conoce como “Barrio Gótico”, a un paso de las Ramblas. Sin embargo, pocos de estos visitantes saben que en realidad, buena parte de esas hermosas construcciones no son puramente medievales, sino que su origen o su aspecto actual se remonta al siglo XIX y, en muchos casos, incluso a mediados del XX.
A esta sorprendente alteración arquitectónica no escapan siquiera edificios de la talla de la propia catedral de la ciudad, dedicada a Santa Eulalia, tal y como explicaba hace unos años en una detallada tesis doctoral el historiador Agustín Cócola Gant, de la Universidad de Barcelona.
La investigación de Cócola, titulada ‘El Barrio Gótico de Barcelona. De símbolo nacional a parque temático’ causó una gran polémica tras su publicación el año 2011, a pesar de que buena parte de lo que revelaba en las páginas de su trabajo era bien conocido por los historiadores, aunque a menudo poco difundido por motivos turísticos. Al nacionalismo y a la caja institucional no les interesaba este tipo de revelaciones.
En su trabajo, Cócola analiza las razones que llevaron a la modificación de la fisionomía arquitectónica del centro histórico de la Ciudad Condal: destaca la existencia de un plan que situase a Barcelona en el mapa del turismo internacional, al tiempo que la burguesía daba forma a una “arquitectura nacional catalana” que sirviera para otorgar signos de identificación colectiva.
La primera de estas actuaciones que terminarían por dar forma a un “barrio gótico” reinterpretado e inventado fue precisamente la construcción de la fachada de la catedral de la ciudad en las últimas décadas del siglo XIX. La fachada del templo catedralicio estaba sin concluir desde el siglo XV, y coincidiendo con la celebración de la Exposición Universal de 1888 en Barcelona, la burguesía local decidió completar este magnífico exponente de la arquitectura medieval, cuyos orígenes se remontaban al siglo XIII.
Los planes para definir el estilo que debía seguir la construcción de la fachada fueron motivo de largas discusiones, aunque finalmente se impuso la idea de realizar la obra en estilo gótico, tal y como defendía el banquero y político Manuel Girona i Agrafel quien, junto a sus hermanos, acabó financiando toda la obra, que ejecutó el arquitecto Josep Oriol Mestres finalizándose en pleno siglo XX, concretamente en 1.913. Pero esto no se cuenta a los turistas ni visitantes.
Para entonces la burguesía barcelonesa se había aupado ya hasta el Ayuntamiento de la ciudad a través de la Lliga Regionalista, partido en el que militaba el concejal Josep Puig i Cadafalch(arquitecto y periodista), quien sentaría las bases de un modelo de arquitectura medieval que terminó ejecutándose en buena parte del Gòtic.
Foto: Catedral de Barcelona en 1.888
Foto: Catedral de Barcelona en 1.888
En 1908, con el comienzo de las obras de construcción de la Vía Laietana, se procedió al derribo de 335 edificios del centro histórico. La mayor parte de estas casas eran construcciones degradadas, pero algunas de ellas tenían una gran antigüedad, y parte de sus elementos serían empleados más tarde para dar forma a nuevos edificios de estilo neomedieval.
EL CÉLEBRE PUENTE "NEOGÓTICO" DE LA CALLE DEL BISBE ES FALSO
Tres años después del inicio de las obras de la Vía Laietana, el político Ramón Rucabado sugirió eliminar construcciones “vulgares” del centro histórico y sustituirlas por nuevos edificios de estilo antiguo, para conseguir así “la unificación de estilo en este recinto, formando entre las construcciones venerables (…) y las modernas rigurosamente sometidas al estilo y carácter de aquellas, un verdadero barrio gótico”.
Y, en efecto, así se haría en los años siguientes, en especial con anticipación a la Exposición Internacional de 1929 que iba a celebrarse en la ciudad. De un año antes, por ejemplo, data el vistoso y célebre “puente” neogótico de la calle del Bisbe, que une las Cases dels Canonges y el edificio de la Generalitat, una construcción realizada por el arquitecto Joan Rubió i Bellver.
En el caso de la Casa Padellás –actual sede del Museo de Historia de Barcelona–, este antiguo palacio de finales del siglo XV y comienzos del XVI se desmontó por completo en 1931 a raíz de las obras de Vía Laietana, y volvió a construirse en la Plaza del Rey, circunstancia que se aprovechó para introducir modificaciones y elementos no originales, como unas galerías porticadas y una ventana coronella. El caso es dar más lustre a sabiendas que nada tiene que ver con el original.
MÁS IMITACIONES
Algo similar sucedió con el Palacio Real Mayor, edificio de origen medieval que había sufrido varias ampliaciones en distintas épocas, la más importante en el siglo XVIII, cuando se le añadió un portal neoclásico. Con la intervención realizada en el siglo XX se buscó potencia su aire medieval, añadiéndole rosetones góticos, alterando el patio interior y reutilizando elementos antiguos de otros edificios, al tiempo que se añadía otros nuevos que imitaban a los medievales.
LA MENTIRA DE LA BANDERA O “SENYERA” CATALANA.
Buscando la copia documental de la “Bula de Cruzada” otorgada por el Papa Gregorio IX a Jaime I para que persuadiese a los nobles “catalanes” de la Marca Hispánica para que le acompañasen a la conquista de Valencia, toda vez que estos eran reticentes pues no era batalla a “sangre y rapiña”, me encuentro con una copia de otra Bula del mismo Papa Gregorio IX. Concretamente el 13 de Abril de 1231 la Cancillería del Papa Gregorio IX en la que establece los principales privilegios que darán la independencia jurisdiccional e intelectual a la Universidad de Paris. Precisamente, en la esquina del documento en donde se identifica al Papa que sella la Bula con su escudo de armas que le ha servido como insignia de su papado, aparece el escudo de la casa de Aragón. ¿De Aragón? De la Santa Sede primero, y de Aragón después. Claro, sencillamente porque Aragón era súbdito de la Santa Sede y de esta había incorporado a su heráldica los colores de Roma.
En todos los escudos tradicionalmente se representan dos llaves (una dorada y otra plateada), estas representan el poder temporal (plateada) y celestial (dorada) inherente al papado, haciendo referencia, al párrafo del evangelio según San Mateo Cap. 16, Vers. 18 - 19: “Tu eres Pedro (piedra) y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella, Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
De los primeros documentos y Bulas que se expedían por el papado colgaban unas cintas de seda roja con hilos de oro que servía para sujetar el sello del pontífice y que luego se incorporaron sus colores a la heráldica papal como dos barras o palos rojos sobre fondo dorado.
La representación de los colores papales y de la casa de Aragón aparece en muchas escenas vaticanas. El “canópeo”, llamado también “umbraculum o pavillón” es una suerte de parasol medio abierto que tiene las barras o palos con los colores papales gules (rojo) y oro.
El canópeo es, también, el timbre heráldico de las basílicas. En canópeo barrado de amarillo y rojo, o oro y gules, es el emblema de la iglesia católica, del colegio cardenalicio, de la Cámara apostólica, de los seminarios e instituciones pontificias y también de la Santa Sede cuando está vacante (representando la tumba de Pedro, protegida por la basílica de San Pedro en Roma).Durante las vacaciones de la Sede romana, el cardenal camarlengo timbra sus armas con un canópeo barrado.
Precisamente fueron los papas que estamos estudiando, Gregorio IX y su antecesor Honorio III, coetáneos a Jaime I, quienes más uso hicieron de dicha heráldica que fue incorporada años antes desde el reinado de Sancho Ramírez (1064 - 1094) quien en 1068 viajó hasta Roma donde se comprometió a hacerse vasallo de Santa Pedro, hecho que finalmente se llevó a cabo de manera oficial en 1089 incorporando los colores papales al emblema de la casa de Aragón.
El nombre de “Señera” o “Senyera” proviene de que dicho emblema, en realidad su nombre apropiado es el de “señal real de Aragón”, equivaldría en la actualidad a decir que era el apellido de la dinastía reinante en Aragón. Los escudos en la Edad Media representaban a una determinada persona o linaje, en este caso a la familia real de Aragón. En Heráldica este emblema se definiría como un cuartel de oro con dos palos de gules.
El uso de las barras, nombre popular con que se conoce este motivo, se extendió a todos aquellos lugares donde gobernó el monarca de Aragón: Valencia, Mallorca, Condados de la antigua Marca Hispánica (hoy Cataluña), Sicilia, Cerdeña, Córcega, Provenza, Rosellón y Cerdaña, la ciudad francesa de Montpellier, algunas zonas de la actual Grecia, como los antiguos ducados de Atenas y Neopatria, y Nápoles, el último territorio que se incorporó a la Corona de Aragón. Todas estas posesiones estuvieron en un momento u otro de la Edad Media bajo la soberanía del rey de Aragón.
Con menor frecuencia estas barras también han sido llamadas “palos” o “bastones”. Si utilizamos con propiedad el vocabulario heráldico, lo correcto sería emplear el primero de estos dos últimos nombres porque la palabra «barra» se refiere a una banda diagonal que va desde el ángulo superior derecho hasta el inferior izquierdo siempre desde el punto de vista de quien contempla el escudo. De todas formas el arraigo de la expresión barras ha sido tan profundo que se mantiene en la actualidad.
La referencia más antigua a este motivo nos lleva hasta el reinado de Alfonso II (1162 - 1196), cuando tal y como relata la «Crónica de San Juan de la Peña» este monarca “mudó las armas e seynnales de Aragón e prendió bastones”.
Pero hasta los tiempos de Pedro IV y concretamente en la época de Jaime I, el uso de las barras o palos de la casa de Aragón varían en su número sin que exista una ordenanza que los regulara. No obstante a ello y dado que las barras o palos papales eran los de 2 rojos sobre tres de oro, sería este el número más usado durante los primeros años de la casa de Aragón hasta que Pedro IV finalmente, cifrara en cuatro los palos de gules sobre 5 de oro, colores que han estado unidos a la casa de Aragón y sus reinos hasta el día de hoy.
Menendez Pidal, a este respecto, señala que durante todo el reinado de Jaime I de Aragón, el Señal Real contiene dos, tres, cuatro y hasta seis palos, y precisa: Menéndez Pidal de Navascués, Faustino, El escudo de España, 2004, pág. 14.
Sin embargo la leyenda se adueñó del origen de la enseña aragonesa y lo vinculó a un muy difundido bulo que lo relacionaba con la casa condal de Barcelona, totalmente descartada en la actualidad por la crítica histórica.
Los historiadores Martín de Riquer y Menéndez Pidal atribuyen al historiador, conocido por sus fabulaciones e inventos, Pere Antoni Beuter (1490-1555), en su obra “Segunda Parte de la Crónica General de España”, impresa en Valencia en 1551, la invención de la leyenda muy difundida que atribuye el origen de las barras de gules en campo dorado a un episodio épico de la biografía del conde Wifredo el Velloso, «Guifré el Pilós», fundador de la casa de Barcelona. Según este relato, Wifredo, tras contribuir en combate a una victoria franca sobre los normandos, recibió del emperador franco Luis el Piadoso un escudo amarillo en premio sobre el cual, el mismo rey pintó, con los dedos manchados de sangre de las heridas del conde, los cuatro palos rojos.
Esta leyenda tal cual, carece de fundamento histórico, pues ni el uso heráldico ni el emperador fueron contemporáneos de Wifredo. Martín de Riquer y Faustino Menéndez Pidal de Navascués consideran que Beuter adaptó para su relato una crónica de la Demanda del Santo Grial en la que se describen las armas de los «Córdoba» de Castilla, que empleaban también palos rojos en su escudo. Posteriormente, el emperador de la leyenda fue sustituido por Carlos el Calvo en un intento de hacerla más verosímil cronológicamente.
El heraldista Armand de Fluvià también señala que dicha acción bélica es «pura invención» y que la concesión de armas al conde Wifredo «no resiste ningún análisis histórico dado que la heráldica todavía no existía en el siglo IX», concluyendo que con anterioridad a Beuter «no se halla ningún rastro de esta leyenda en la historiografía catalana».
Destruida por los científicos la leyenda del supuesto origen “catalán” de la Señera de la casa de Aragón, volvemos al uso de las dos barras rojas sobre campo dorado por Jaime I en la Conquista del reino de Valencia en 1238, exactamente la misma heráldica papal que usaban sus coetáneos papas Honorio III y Gregorio IX autor de la bula con cuya ilustración principal abro este artículo.
Así lo asevera el vexilólogo catalán Luis Domenech (1936) al confirmar que “la señera del conquistador era la de dos barras rojas sobre tres amarillas” en su libro “Enseñas nacionales de Cataluña” que junto con la iconografía de la época destruyen el mito del denominado “Penó de la Conquesta” de la Ciudad de Valencia el 9 de octubre de 1238, totalmente inventado por Antonio de Beuter en el siglo XVI que, junto con su también leyenda de las barras de sangre de Wifredo el Velloso,tanto juego ha dado al catalanismo.
El escritor Ricardo Garcia Moya en su libro “Tratado de la Real Senyera” reproduce un testimonio de las “Cantigues de Santa Maria” del 1260 que fueron personalmente supervisadas por Alfonso X el sabio, en el que en uno de los retratos del Rey Jaume I aparece en traje de Corte con el dibujo de las dos barras con los colores papales de aquella época.
Más revelador todavía, tal vez por su actualidad, fue el hallazgo en el mes de agosto de 2009 del escudo real durante las excavaciones que realizó el Ayuntamiento de Valencia en el área del propio Palacio Real. La noticia tuvo gran acogida por su importancia pero hubo quien vio las cosas de otro modo. Cuento en mi libro Palacio Real de Valencia, crónica viva del Regne de Valencia (2011) como el periódico LEVANTE-EMV relataba el hecho de esta manera: “Los arqueólogos que trabajan en las excavaciones del Palacio del Real, en el jardín de Viveros, se han topado con una grata sorpresa: el hallazgo de un elemento arquitectónico heráldico en el que aparece el escudo de los reyes de la corona de Aragón, gobernantes que acogió el Palacio en el siglo XI. El símbolo, que reproduce las cuatro barras del antiguo reino y que aparece rodeado de dos animales (uno de ellos un león), podría haber sido hallado en una capilla o sala del palacio”.
La manipulación no puede ser más burda. Basta con ver la pieza para concluir de inmediato que el escudo tiene dos barras y no cuatro. El perfil del escudo abriga tres palos de fondo esculpidos sobre los que destacan dos palos que eran los que originariamente eran los dos palos rojos del escudo de los reyes de Aragón. En total 5 y no 9 como manipula la información.
A Pedro el Ceremonioso le debemos los valencianos nuestra querida “Real Senyera Tricolor y Coronada” que en 1377 incorporó la corona real sobre las franja azul y las barras “en les seues Reyals letres que ell signa en sa ma, ço es en lo seu titol on se diu Rey darago de Valentia / en la L que es mijana letra daquets nom Valentia pinta de sa ma una corona”. Con ello, el rey modifica la heráldica, no sólo de la ciudad que utilizaba dos heráldicas distintas, una, la fortaleza sobre el agua, y otra, los dos palos rojos sobre fondo amarillo que compartían el Papa, el rey, la ciudad y el Reino. La franja azul queda reflejada en pergaminos de la época como los que se conservan en la Biblioteca Nacional de Paris que, por deseo de Carlos V en el 1368, se crea la “Biblioteque Royal” para la conservación de la heráldica y documentos de la época.
Así que, volviendo al principio me topé con la Bula de la Universidad de Paris de 1231 del Papa Gregorio IX donde aparece el escudo de Aragón de dos barras rojas sobres tres de oro que, como queda acreditado, es el de la heráldica papal de la época del inicio de la reconquista.
Jaime I, súbdito de la Santa Sede que acababa de otorgar bula de "cruzada" para la Conquista de Valencia, ostentaba, como sus antecesores, la enseña o senyal heráldica basada en su compromiso con Roma. Las senyeras de Aragón y del Papa protagonizarán la reconquista del reino moro de Valencia al que Jaime I tuvo que arrastrar a la nobleza de sus condados de la Marca Hispánica (hoy catalanes), feudatarios del rey de Francia, con ventajosísimas promesas y perdones a sus pecados de sexo y explotación y venta de musulmanes, ya que se negaban a participar en una guerra que no fuera "a sangre y rapiña". Jaime I lo impidió pero tuvo que pedir la ayuda de Roma para ello.
4.-FINAL
Cataluña es, pues, sinónimo de mentira porque el nacionalismo construye con la mentira todas sus estructuras para conseguir un fin determinado. Sobre la falsa estructura histórica, lingüística, arquitectónica, heráldica y política se convoca a los españoles de Cataluña a romper con el elemento básico de la soberanía: su indivisibilidad nacional. España es de de todos los españoles y cada una de las tierras y autonomías es propiedad de todos y cada uno de los españoles, en su conjunto, con un mandato legal superior de mantener indivisible e inquebrantable su voluntad colectiva.
Ayer, Jordi Pujol, volvió a hacer uso del mecanismo de la mentira para justificar sus tropelías fiscales. Hoy, Artur Mas, con el interés en sofocar el escándalo producido por el ex honorable, ha convocado a los catalanes a las urnas para romper con España.
Más de mil años después, la ambición de la clase política catalana tiene las mismas aspiraciones feudales que cuando dependían de la corona carolingia y francesa. Los Pujol, Carod Rovira, Artur Mas y Duran i Lleida son la viva imagen de los condes y demás clase feudal catalana de la antigua Marca Hispánica que hace mil años hacían la vida imposible a los reyes franceses de los que fueron feudatarios y bajo cuya soberanía se enriquecieron durante los 5 siglos en que los condados catalanes fueron franceses.
La casta catalana, con capitalidad en Barcelona y capital en Suiza, vuelve a esgrimir el arma de la mentira para pedir soberanía y seguir enriqueciéndose sin la vigilancia del estado al que tantas veces han robado.
*Juan García Sentandreu es autor de 11 libros de historia, política y derecho.
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