"Entre todos habéis creado una historia de Cataluña falsa en su mayor parte y completamente absurda" (Jaume Vicens Vives).
John Eliott decía que “la historia se mueve”. “Cada nación necesita su historia nacional (...), utiliza el pasado para sí misma, un pasado que ha creado y hasta cierto punto inventado. Cuando esta historia de algún modo se cuestiona puede parecer una amenaza para la esencia de la nación”. En el mismo sentido, el historiador británico Eric J. Hobsbawm afirmó que “el pasado es imprescindible para los nacionalismos; el pasado legitima y, cuando no hay uno que resulte adecuado, siempre es posible inventarlo”.
La historia, pues, es una obra inacabada o incompleta y expuesta siempre a su revisión, mas aún si tiene un origen romántico con finalidades políticas.
Ramses pudo mentir a los egipcios y escribir entonces que su victoria en la batalla de Qadesh era motivo de orgullo colectivo cuando, en realidad, los ejércitos del faraón fueron vencidos por los ititas.
La Eneida de Virgilio fue un relato fantástico que entronca al emperador romano Augusto con los dioses griegos. La obra, por supuesto, la pagó Augusto.
Grandes relatos medievales hoy son difícilmente creíbles, lo mismo que todas las leyendas y mitos del romanticismo nacionalista del siglo XIX y principios del XX creados para justificar nuevas construcciones nacionales.
Pero a estas alturas de la historia y de la técnica, con un acceso universal y libre a las fuentes, cada pieza puede encajarse con mayor precisión en el relato cada día más exacto de la historiografía.
Habrá quien se resista pues la unión de mito y sentimentalismo nos plantea tener que renunciar a algo que tenemos asumido como propio, parte de nuestro adn más emocional y radical (el arrebatamiento del que habla Vicens Vives), aunque no sea verdad.
Si ello va unido a lo político, a un discurso de rivalidades y feroces antagonismos donde está en juego el poder del grupo y el interés individual, la historia se convierte en un arma vil de difícil rectificación. Pero el poder también se mueve y con él la historia.
El nacionalismo es un producto del romanticismo que sobrevive, aún, por el poder de las emociones y por la desinformación o la ignorancia. Otra cosa es el patriotismo de raíz positivista que se sustenta en la historia, la tradición y el derecho. Si además somos capaces de aceptar ese margen o espacio de rectificación estaremos fortaleciendo los cimientos de nuestra identidad.
El choque de trenes se produce cuando la emoción y el sentimentalismo individual o gregario no acepta lo empírico y se ve arrinconado por la contundencia de las pruebas. Llega, entonces, lo peor del arrebatamiento romántico, atávico y emocional: la agresión, la descalificación y la damnatio memoriae, o sea, la cancelación de la verdad.
Lo digo porque mi serie de artículos en Twitter “los Hilos del Almax”, lejos de producir el contraste de argumentos y pruebas, ha provocado una suerte de insultos y amenazas dignas de análisis forense. Imagino que será la parte más perversa de ese arrebatamiento y enajenamiento nacionalista que criticaba el pensador catalán Vicens Vives que decía que la historiografía catalana es un campo de zarzas y de matojos que secan los pocos árboles sanos que han nacido. Se repiten las fábulas, se mantienen los equívocos y todos vemos cómo se persevera en los tópicos cómodos y peligrosos. Entre todos habéis creado una historia de Cataluña falsa en su mayor parte y completamente absurda».
Jaume Vicens i Vives
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Jaume_Vicens_Vives
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